viernes, 13 de julio de 2012

lacan x roudinesco


Miren mi Televisión. Soy un clown. ¡Tomen ejemplo de esto y no me imiten!
Jacques Lacan
Como tiene que enseñarles […] a médicos, analistas o analizados, Lacan les brinda, en la retó-
rica de su palabra, el equivalente mimado del
lenguaje del inconsciente, que es, como todos lo
sabemos, en su esencia última, Witz, pirueta,
metáfora, fallida o lograda.
Louis Althusser11

Desde la publicación, en 1993, de la tercera parte de mi Historia
del psicoanálisis,
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totalmente consagrada al pensamiento, la vida, la
obra y la acción de Jacques Lacan, a menudo tuve la sensación de
que algún día iba a tener que efectuar un balance, no sólo de la herencia de este maestro paradójico, sino también de la manera en
que fue comentado mi propio trabajo en el interior y el exterior de
la comunidad psicoanalítica.
Sin lugar a dudas, me había imaginado erróneamente que un
trabajo sereno, fundado en un abordaje crítico, sería capaz de calmar las pasiones. Y que tal vez la famosa frase de Marc Bloch
–“¡Partidarios y detractores de Robespierre, por lo que más quieran, por piedad, dígannos simplemente quién fue Robespierre!”–,
2
que había puesto como epígrafe de mi libro, fi nalmente permiti -
ría que fueran encarados, al margen de las pasiones, tanto el destino del hombre como el desarrollo de su pensamiento.
Si el resultado fue en gran parte positivo, es evidente que el
hombre y su obra siguen siendo hoy objeto de las interpretaciones
más extravagantes, en un tiempo en el que cada generación tiende
1
Élisabeth Roudinesco, Histoire de la psychanalyse en France, vol. 1 [1982,
1986], París, Fayard, 1994; vol. 2 [1986], París, Fayard, 1994 [trad. esp.: La batalla
de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia, 3 vols., trad. de Ignacio Gárate,
Madrid, Fundamentos, 1988-1993]; Jacques Lacan. Esquisse d’une vie, histoire d’un
système de pensée [1993]; nueva ed. rev. y corr., que reúne los tres volúmenes,
París, Hachette, col. La Pochothèque, 2009 [trad. esp.: Jacques Lacan. Esbozo de
una vida, historia de un sistema de pensamiento, trad. de Tomás Segovia, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994].
2
Marc Bloch, Apologie pour l’histoire, ou Métier d’historien [1949], París, Armand Colin, 1993, p. 157 [trad. esp.: Apología para la historia o el ofi cio del historiador, trad. de María Jiménez y Danielle Zaslavsky, México, Fondo de Cultura
Económica, 1996].12 LACAN, FRENTE Y CONTRA TODO
a olvidar lo que ocurrió antes que ella, sin perjuicio de celebrar la
anterioridad patrimonial y genealógica de una supuesta “edad
dorada” en vez de una refl exión sobre el pasado susceptible de
esclarecer el porvenir.
A esto se añaden los delirios que se manifi estan periódicamente y que emanan de panfl etarios poco escrupulosos o de terapeutas en busca de notoriedad: Freud nazi, antisemita, incestuoso,
criminal, estafador. Lacan perverso, bestia salvaje, maoísta, violador, jefe de una secta, estafador, golpeador de sus mujeres, sus pacientes, sus criados, sus niños, coleccionista de armas de fuego. A
este respecto, todo fue dicho, y el rumor funciona a las mil maravillas, a más y mejor.
Nuestra época es individualista y pragmática. Le gusta el instante presente, la evaluación, el determinismo económico, los sondeos, la inmediatez, el relativismo, la seguridad. Cultiva el rechazo
del compromiso y de las elites, el desprecio por el pensamiento, la
transparencia, el goce del mal y del sexo perverso, la exhibición del
afecto y de las emociones sobre un fondo de explicación del hombre por sus neuronas o sus genes. Como si una causalidad única
permitiera dar cuenta de la condición humana. Sin duda, el ascenso del populismo en Europa y la seducción que éste ejerce sobre ciertos intelectuales que predican abiertamente el racismo, la
xenofobia y el nacionalismo no son ajenos a esta situación.
Hay que decir que el advenimiento de un capitalismo salvaje
contribuyó a la extensión planetaria de la desesperanza y de la
miseria, asociada a la reactivación del fanatismo religioso que,
para algunos, hace las veces de referencia política y de experiencia
identitaria. En Francia, 8 millones de personas padecen de trastornos psíquicos y se cuidan como pueden: medicamentos, terapias
diversas, medicinas paralelas, curas de todo tipo, desarrollo personal, magnetismo, etc. En todas partes en el mundo democrático,
procedimientos de medicina de sí mismo se desarrollan al infi nito,
al margen de la ciencia y, la mayoría de las veces, de la razón. En
ese mundo, la búsqueda del placer –y no de la felicidad colectiva–
reemplazó a la aspiración a la verdad. Y como el psicoanálisis está TREINTA AÑOS DESPUÉS 13
interesado en la búsqueda de la verdad de uno mismo, ha entrado
en contradicción con esa doble tendencia al hedonismo, por un
lado, y al repliegue identitario, por el otro.
Pero al mismo tiempo, nuestra época produce también la impugnación de lo que pone en escena: precisamente cuando mayor
es el peligro –decía Hölderlin–, más cerca está la salvación,
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como,
por otra parte, la esperanza. La prueba es que, después de tres
decenios de críticas ridículas contra la idea misma de revuelta,
hete aquí que emerge, fuera de la Europa que la había visto nacer,
un nuevo deseo de revolución.
Tratándose de la historia del psicoanálisis y de su historiografía,
todo ocurre, por lo tanto, a posteriori, y en semejante contexto,
como si, pese al establecimiento riguroso de los hechos y la exploración de varias verdades de múltiples facetas, Lacan –después de
Freud, por lo demás, y de todos sus sucesores– fuera siempre mirado unas veces como un demonio, otras como un ídolo. De ahí
un maniqueísmo y una negación de la historia. Y los psicoanalistas no se quedan atrás: jerga, postura melancólica, barrera ante las
cuestiones sociales, nostalgia. Ellos prefi eren la memoria a la historia, el machaqueo al establecimiento de los hechos, el amor por
los tiempos antiguos a aquel por el presente. De buena gana olvidan que “mañana es otro día”. A tal punto que cabe preguntarse si
no se conducen en ocasiones como los enemigos de su disciplina y
de su herencia.
Fue al hacer esta comprobación, y al observar las primicias de
una nueva esperanza, cuando tuve ganas –treinta años después de la
muerte de Lacan, en el momento en el que se perfi la el desvanecimiento progresivo de cierta época (llamada “heroica”) del psicoanálisis y los psicoanalistas se transforman en psicoterapeutas orga-
3
Pero donde crece el peligro, / crece también lo que puede salvar” (Friedrich Hölderlin, “Patmos”, en Œuvres, trad. fr. de Gustave Roud, París, Gallimard, col. La Bibliothèque de la Pléiade, 1967, p. 867 [trad. esp.: Obra poética
completa, trad. de Federico Gorbea, Barcelona, Ediciones 29, 1979]).14 LACAN, FRENTE Y CONTRA TODO
nizados en una profesión reglamentada por el Estado– de hablar de
otra manera, y de un modo más personal esta vez, del destino del
último gran pensador de una aventura intelectual que había empezado a desplegar sus efectos a fi nes del siglo xix, en la época de la
lenta declinación del Imperio Austrohúngaro y de todas las instituciones que le estaban vinculadas: la familia patriarcal, la soberanía
monárquica, el culto de la tradición, el rechazo del porvenir.
Quise evocar, para el lector de hoy en día, algunos episodios
sobresalientes de una vida y una obra con la que toda una generación estuvo mezclada, y comentarlos con la perspectiva que da el
tiempo, de manera libre y subjetiva. Me gustaría que este libro sea
leído como el enunciado de una parte secreta de la vida y de la
obra de Lacan, un vagabundeo por senderos desconocidos: un revés o una cara oculta que viene a iluminar el archivo, como en un
cuadro encriptado donde las fi guras de la sombra, antaño disimuladas, vuelven a la luz. Quise evocar de a trocitos otro Lacan confrontado con sus excesos, con su “pasión de lo real”,
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con sus objetos: en una palabra, con su real, con lo que fue forcluido de su
universo simbólico. Un Lacan de los márgenes, de los bordes, de
lo literal, transportado por su manía del neologismo.
Este Lacan supo anunciar los tiempos que se convirtieron en
los nuestros, prever el ascenso del racismo y del comunitarismo, la
pasión por la ignorancia y el odio al pensamiento, la pérdida de
los privilegios de la masculinidad y los excesos de una feminidad
salvaje, el advenimiento de una sociedad depresiva, los atolladeros de las Luces y de la Revolución, la lucha a muerte entre la ciencia erigida en religión, la religión erigida en discurso de la ciencia
y el hombre reducido a su ser biológico:
En no mucho tiempo –decía en 1971– vamos a estar sumergidos
en problemas segregativos que se van a llamar racismo y que tienen que ver con el control de lo que ocurre en el nivel de la repro-
4
Según las palabras de Alain Badiou, Le Siècle, París, Seuil, 2005, p. 54
[trad. esp.: El Siglo, trad. de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 2005]. TREINTA AÑOS DESPUÉS 15
ducción de la vida, en seres que, en virtud de lo que hablan, resultan tener todo tipo de problemas de conciencia.
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Volver a hablar de Lacan treinta años después de su muerte es también recordar una aventura intelectual que ocupó un lugar importante en nuestra modernidad, y cuya herencia sigue siendo fecunda,
digan lo que digan: libertad de palabra y de costumbres; fl orecimiento de todas las emancipaciones –las mujeres, las minorías, los
homosexuales–; esperanza de cambiar la vida, la familia, la locura,
la escuela, el deseo; rechazo de la norma; placer de la transgresión.
Suscitando los celos de los doctos que no dejan de insultarlo, Lacan se situó sin embargo a contracorriente de estas esperanzas, como
un libertino lúcido y desengañado. Por cierto, estaba convencido de
que la búsqueda de la verdad era la única manera de lograr sustituir
la salvación por el progreso, el oscurantismo por las Luces. No obstante, decía, a condición de saber que la racionalidad siempre puede
transformarse en su contrario y suscitar su propia destrucción. De ahí
su defensa de los ritos, de las tradiciones y de las estructuras simbó-
licas. Aquellos que hoy lo rechazan, haciendo de él lo que jamás fue
y ridiculizándolo con la etiqueta infamante de “gurú” o de “fanfarrón de la democracia”, olvidan que él se sumergió de lleno, en ocasiones en contra de sí mismo, en estas transformaciones. A tal punto
que adoptó sus paradojas mediante sus juegos de lenguaje y de palabras que hoy nos complacemos en practicar. El siglo xx era freudiano, el siglo xxi ya es lacaniano.
Lacan no dejó de asombrarnos.
Nacido a comienzos del siglo xx, y habiendo vivido dos guerras feroces, comenzó a ser celebrado desde los años treinta. Pero
fue entre 1950 y 1975 cuando ejerció su más poderoso magisterio
sobre el pensamiento francés, en una época en que Francia, dominada por un ideal social y político heredado de los dos movimien-
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Jacques Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, …ou pire [1971-1972], París, Seuil, 2011.16 LACAN, FRENTE Y CONTRA TODO
tos surgidos de la Resistencia, el gaullismo y el comunismo, luego
por la descolonización, y finalmente por la cesura de Mayo de
1968, se vivía como la nación más cultivada del mundo, una nación donde los intelectuales ocupaban un lugar preponderante en
el seno de un Estado de derecho marcado por el culto de una República universalista e igualitaria.
En este contexto, todas las aspiraciones fundadas en la razón
y el progreso estaban a la orden del día. Y sobre todo, el proyecto
de mejorar colectivamente la suerte de todos aquellos que estaban
aquejados de trastornos psíquicos: neuróticos, psicóticos, depresivos, delincuentes. Y es precisamente en esos tiempos cuando Lacan se obstinó en afi rmar que el abordaje freudiano era el único
horizonte posible de las sociedades democráticas, el único capaz
de captar todas las facetas de la complejidad humana: tanto lo
peor como lo mejor. Sin embargo, y a despecho de su fuerte inclinación por el pesimismo y la ironía, no por ello se convirtió en un
reaccionario mezquino.
También fue el único pensador del psicoanálisis que tuvo en
cuenta de manera freudiana la herencia de Auschwitz, movilizando,
para dibujar su horror, tanto la tragedia griega como los escritos del
marqués de Sade. Nunca nadie, entre los herederos de Freud, supo
como él reinterpretar la cuestión de la pulsión de muerte a la luz
del exterminio de los judíos por los nazis. Sin esta reestructuración
y esta fascinación que experimentó Lacan por la parte más cruel y
más negra de la humanidad, el psicoanálisis se habría convertido
en Francia en un lamentable asunto de psicología médica, heredero de Pierre Janet, de Théodule Ribot o, todavía peor, de Léon
Daudet, de Gustave Le Bon o de Pierre Debray-Ritzen.

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