viernes, 13 de julio de 2012

genocidio psicoanalizado


Éste es el primer volumen de un proyecto de trilogía que, con el objetivo de analizar crítica y rigurosamente las diversas consecuencias de las
prácticas sociales genocidas, abordará en una primera etapa los procesos
de memoria y representación.
Los estudios sobre la memoria constituyen uno de los campos en
los que se observa con mayor claridad las dificultades creadas por las
taxonomías disciplinarias rígidas en su parcelamiento de la realidad. Diversos grupos de investigadores que provienen de campos muy distintos se disputan áreas de explicación de los procesos de memoria, sin que
los entrecruzamientos entre éstas sean comunes ni produzcan enriquecimiento alguno, más allá de que unos y otros se solapen al producir sus
hipótesis, la mayoría de las veces sin siquiera percibirlo.
La neurología, el psicoanálisis, la filosofía, las artes y las ciencias sociales han reflexionado sobre aspectos diferentes de estos procesos de
memoria y representación, pero por lo general el diálogo ha sido bastante pobre. Las neurociencias se han abocado, en su mayor parte, a tratar
de encontrar el sustrato material del recuerdo (su localización física en
el cerebro) y a explicar e intentar tratar algunas de sus anomalías. El psicoanálisis (pese a la amplitud disciplinaria de los trabajos de Sigmund
Freud) ha tendido a disociarse cada vez más del sustrato químico-bioló-
gico como de las consecuencias sociopolíticas, filosóficas e incluso a veces
médico-clínicas de sus propios planteos y, por lo tanto, ha tratado con un
aparato psíquico que, cada vez más, parece escindido de los niveles de organización que lo determinan, tanto material como socialmente; incluso, 16
memorias y representaciones
en algunos casos ha llegado a postular una justificación bizarra de esta
escisión entre cuerpo y consciencia. Las ciencias sociales, por último, han
tendido a estancarse durante el último medio siglo en las disputas entre
los campos de la historia y la memoria, haciendo caso omiso del impacto
de los avances en otras disciplinas sobre dicha discusión o de la materialidad e incluso falsabilidad de muchos de sus planteos, a la luz de otras
lógicas disciplinarias.
Esto no significa que no hayan existido intentos de entrecruzamiento, como puede observarse en gran parte de la obra del propio Freud, en
especial en su olvidado Proyecto de psicología para neurólogos, así como
en muchas de sus reflexiones en Más allá del principio de placer; Inhibición, síntoma y angustia; Tótem y tabú o Moisés y la religión monoteísta,
entre otros textos que buscan dialogar, a lo largo de todo el acervo de
producción freudiana, con la neurología o las ciencias sociales. También
merecen destacarse los intercambios entre Jean-Pierre Changeux y Paul
Ricœur que buscan un diálogo y una discusión posibles entre neurología
y filosofía (pese a las dificultades de Ricœur para ingresar a un lenguaje
que no siente como propio); el conjunto de los trabajos de la psicología
genética y, muy en particular, las brillantes intuiciones transdisciplinarias
de Jean Piaget en obras como La equilibración de las estructuras cognitivas
o La toma de conciencia, o de Rolando García en obras como Psicogénesis
e historia de las ciencias, La epistemología genética y la ciencia contemporánea o Sistemas complejos. Por último, cabe incluir sugerencias aisladas
pero ricas por sus aportes a la sociología y la psicología en obras de neurocientistas como Gerald Edelman, Eric Kandel o Israel Rosenfield. Estas
excepciones, sin embargo, constituyen ámbitos relativamente marginales
en una discusión que hegemónicamente cree poder prescindir del conocimiento que se aleja de manera disciplinaria de sus ejes, aun cuando esté
muy próximo de los problemas planteados y resulte fundamental para
muchas de las hipótesis sugeridas o de los análisis realizados.
No es objetivo de este primer volumen dar cuenta del conjunto de
las posibles articulaciones disciplinarias entre estos campos (aclarando,
además, que ha quedado relativamente afuera de esta obra el complejo territorio de la estética, el arte y su vinculación con los procesos de
memoria), pero sí analizar algunos entrecruzamientos que harán posible
desarrollar con mayor riqueza y sustento las hipótesis que guían el conjunto de la trilogía.17
introducción
Este primer volumen se centra en las memorias y representaciones
del horror, con eje histórico en la experiencia argentina. El segundo volumen trabajará las problemáticas del juicio, entendidas tanto en su sentido filosófico (la capacidad de juzgar como parte de los mecanismos de
la consciencia) como en la materialidad de los procesos judiciales librados en nuestro país. El tercer volumen se abocará a un análisis crítico de
los distintos niveles de las responsabilidades, también centrándose en el
caso argentino. Y en los tres volúmenes –memorias, juicios, responsabilidades–, las preguntas buscarán articularse con los posibles trabajos de
elaboración de las marcas dejadas en las subjetividades y en el tejido social por las prácticas sociales genocidas.
Cabe aclarar que el acceso a los distintos marcos disciplinarios no se
lleva a cabo desde una posición neutral ni desde un saber que los desborde. Las ciencias sociales serán el punto crucial de interrogación, desde
donde se intentará incorporar algunos de los aportes de los otros campos disciplinarios para enriquecer y avanzar en las propias postulaciones
sociopolíticas sobre los procesos de memoria y su impacto en la construcción de identidades, así como en los modos de constitución de las
responsabilidades.
La trilogía puede leerse como continuidad de obras previas, en particular de El genocidio como práctica social y de Seis estudios sobre genocidio, y que, más allá de resultar algo más árida (sobre todo en este primer
tomo), comparte las mismas preocupaciones y objetivos políticos.
Este volumen no pretende aún una mirada verdaderamente transdisciplinaria, lo cual excede las posibilidades del autor, sino simplemente avanzar en el propio campo de las ciencias sociales, sin despreciar ni
ignorar, desde luego, algunas de las hipótesis, preguntas y respuestas sugeridas por las otras disciplinas, lo cual quizás cabría calificar más cabalmente como ejercicio interdisciplinario.
Se recorrerán a lo largo de este libro las ideas de un selecto grupo
de autores de las neurociencias (Gerald Edelman, Eric Kandel, Jean-Pierre Changeux, Israel Rosenfield), el psicoanálisis (básicamente Sigmund
Freud y luego algunos de los análisis sobre las consecuencias del trauma
en Yael Danieli, René Kaës, Janine Puget, Marcelo Viñar, los miembros
del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial [eatip],
Haydeé Faimberg, entre otros), la filosofía (Henri Bergson, Walter Benjamin, Paul Ricœur, Hayden White), o la sociología y la psicología social 18
memorias y representaciones
(Maurice Halbwachs, Frederic Bartlett), pero no para dar cuenta exhaustiva del estado de la cuestión en cada campo, sino sólo para aprovechar
algunas intuiciones que han sugerido herramientas para analizar lo que
constituye el corazón de esta problemática: los modos en que los procesos de memoria pueden afectar la constitución identitaria, a partir del
trabajo de elaboración de las situaciones traumáticas generadas por los
genocidios, entendidos éstos como prácticas sociales, como procesos de
destrucción y reorganización de relaciones sociales.
1
Es posible, sin embargo, que en alguno de los capítulos se haya caído
en una exagerada remisión a los aspectos técnicos de cada discusión, por
lo que se piden disculpas anticipadas al lector.
El ordenamiento lógico y disciplinario de este primer libro es el
siguiente:
El capítulo i busca introducir algunas de las conclusiones fundamentales de las neurociencias en los últimos treinta años, desde las cuales se plantean hipótesis propias con relación al carácter adaptativo de lo
que se llamará en esta obra “procesos de desensibilización”, así como al
carácter creativo y no reproductivo
2
de los procesos de memoria.
El capítulo ii, previo desarrollo de algunos conceptos básicos de la
obra de Freud, se propone revisitar la noción de desensibilización construida en el capítulo previo, articulándola en su sentido intersubjetivo
con lo que gran parte de la bibliografía sobre las consecuencias del genocidio en el Cono Sur de América Latina ha dado en llamar “pactos denegativos” y con lo que se define en esta obra, a partir de este análisis, como
ideologías del sinsentido”. Éstas han resultado muchas veces hegemónicas en los discursos sobre el horror, vinculándolo a la irracionalidad, y
se postulará que dicho sinsentido juega un rol específico en el modo de
clausurar las posibilidades de elaboración del terror traumático.
1
Véase el desarrollo de los conceptos de prácticas sociales genocidas y de genocidio reorganizador en Daniel Feierstein, El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.
2
Aun cuando las neurociencias utilizan el verbo replicar para dar cuenta de una memoria que se postula como reproductora fiel de la realidad, se ha preferido en esta obra remitir
a una memoria reproductora o no reproductora (o sea, creadora), ya que el término replicar
puede dar lugar a malentendidos en la filosofía o la ciencia social, debido a que su definición da más cuenta de la posibilidad de refutación que de la de copia, la cual se encuentra
mejor expresada en el verbo reproducir.19
introducción
El capítulo iii retorna sobre estas hipótesis pero desde la filosofía, la
historia y las ciencias sociales, intentando recuperar la vinculación entre memoria y acción (Bergson), y memoria e identidad (Ricœur). Asimismo busca producir nuevas interpretaciones en la trillada discusión
sobre las diferencias entre los procesos de la memoria y de la historia, a
fines de rescatar el carácter sociopolítico de los procesos de memoria y
su posible articulación con un trabajo de elaboración, lo cual constituía
el eje de la tarea del historiador comprometido, tal como la pensara Walter Benjamin.
El capítulo iv, por último, da cuenta del propósito central del presente volumen: analizar las consecuencias de distintos modos de representar
y calificar jurídicamente el terror estatal masivo (guerra, genocidio, terrorismo de Estado, crímenes contra la humanidad) en los posibles trabajos de elaboración y su vinculación con la constitución y transformación de las identidades personales, grupales y colectivas, incorporando
en dicho análisis las construcciones previas sobre el papel que juegan en
ellas las lógicas de la desensibilización, de los pactos denegativos y de las
ideologías del sinsentido.
Es éste el objetivo eminentemente político que guía al conjunto del
volumen. Los recorridos disciplinarios se han propuesto ir construyendo los conceptos necesarios para dicho punto de llegada, pero la interrogación general gira en torno al capítulo iv, punto de llegada y elemento
crucial de este primer libro: dar cuenta de los efectos y las consecuencias intersubjetivas y sociopolíticas de distintos modos de caracterizar lo
ocurrido en Argentina en los posibles trabajos de elaboración o incluso
en la obstaculización o clausura de éstos.
Dicho abordaje no es ni podría ser neutral, como se ha señalado,
sino que pretende dar una fundamentación más sólida a la relevancia
de la utilización de la calificación de genocidio para referir a la violencia
estatal masiva sufrida en nuestro país, en función de sus múltiples consecuencias jurídicas y simbólicas, de sus múltiples efectos en los posibles
trabajos de elaboración del trauma y en la posibilidad de instituir narrativas contrahegemónicas.
La propuesta, esta vez, es compartir con el lector los fundamentos
últimos de orden político y no, como en otras oportunidades, la argumentación técnica, con respecto a la viabilidad u oportunidad de la figura de genocidio en su aplicación al caso argentino. Esto es, que este 20
memorias y representaciones
volumen no se propone demostrar la existencia de un genocidio en Argentina (lo que se ha intentado hacer en muchas obras previas, utilizadas incluso en las sentencias argentinas), sino dar cuenta de qué ventajas
en términos de procesos de memoria puede implicar construir una representación de los hechos como genocidio, en comparación con aquella
que los comprende como guerra, como terrorismo de Estado o como crí-
menes contra la humanidad.
Afortunadamente, la sociedad argentina se ha caracterizado por una
fuerte resistencia a los planteos negacionistas o minimizadores. A ello se
ha sumado una experiencia más que interesante en lo que hace al juzgamiento de los responsables de las violaciones masivas de derechos humanos, que ha conducido a la posibilidad de garantizar un juzgamiento sin
límites preestablecidos, realizado por tribunales nacionales (no internacionales ni cámaras especiales) y con un respeto por los derechos de los
acusados que pocas experiencias históricas han demostrado, pese a tratarse de los crímenes más graves cometidos en el último siglo en el país.
Esta peculiaridad del fenómeno de los juicios en Argentina ha habilitado y enriquecido, por lo tanto, una discusión profunda y compleja sobre los procesos de memoria y elaboración, que constituye el trasfondo
fundamental de toda la trilogía y que, como se verá, logra instalar estas
cuestiones a partir de discusiones que parecieran ya resueltas en Argentina (la inviabilidad de regímenes de impunidad, la condena mayoritaria
al tipo de negociaciones a que han dado lugar conceptos como el de “justicia transicional”, la imposibilidad del perdón y la reconciliación sin pasar previamente por la justicia).
Habrá que esperar al segundo volumen de esta obra, titulado Juicios,
para abordar la complejidad efectiva de estas vinculaciones entre la capacidad humana del juicio, la realización efectiva de los juicios y los procesos de memoria y representación.
Al no existir un peligro inminente de negacionismo ni impunidad,
la sociedad argentina ha logrado entonces comenzar a hacerse cargo en
estos años de una discusión más compleja y mucho más profunda pero,
a su vez, fundamental en cuanto a la posibilidad de lidiar con los efectos
del proceso represivo: en qué medida los procesos de memoria y representación pueden constituir prolongaciones del terror, pero también en qué
medida pueden ser un aporte para intentar elaborar las consecuencias del
trauma, sin que ello implique creer (véase en especial el anexo sobre la 21
introducción
realización simbólica de las prácticas sociales genocidas”) que una mera
calificación pueda resolver por sí misma procesos de enorme complejidad
como los que aquí se analizan.
Todo este primer volumen se inscribe en la discusión sobre la vinculación entre procesos de memoria y representación y su expresión en la
calificación jurídica, discusión que hoy recorre gran parte de los juzgados
argentinos, así como también casi al conjunto de los organismos de derechos
humanos y ámbitos importantes de los movimientos sociales, de las universidades, las organizaciones barriales, sindicales y estudiantiles, entre
otras.
El volumen cierra con un anexo, donde se busca aclarar algunas confusiones y malentendidos a que ha dado lugar el concepto de “realización
simbólica de las prácticas sociales genocidas”, término que también atravesará algunas partes del presente libro.
Como resulta lógico en toda discusión académica o política que nos
atraviesa en tiempo presente, soy consciente de que tanto esta obra como
todo mi trabajo previo y el de las muchas organizaciones de derechos humanos, sociales y políticas, con las que he compartido esta lucha durante
años, pueden estar errados. Sólo el futuro nos dará claras indicaciones
acerca de los efectos y consecuencias de las direcciones que se han seguido, así como nuevas pautas de hacia dónde continuar. Y respeto profundamente a aquellos colegas u organizaciones que no comparten esta
visión sobre la relevancia de la categoría de genocidio y prefieren librar
la lucha desde los conceptos de crímenes contra la humanidad, Estado
terrorista o guerra civil.
Pero, por otro lado, no puedo dejar de señalar que este trabajo se
ha llevado a cabo desde la más profunda convicción, con una enorme
dedicación, rigurosidad y estudio, y con el mayor cuidado y responsabilidad por las posibles consecuencias de cada uno de los planteos que se
socializan en esta obra. Sólo se espera de aquellos colegas y compañeros
que disienten con estas visiones una actitud similar en cuanto a la seriedad, profundidad, rigurosidad y responsabilidad para plantear visiones
alternativas.
Vale una pequeña anécdota para cerrar esta introducción: el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata –integrado en 2006 por los jueces Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Insaurralde– fue el primer
juzgado argentino (a esta altura no el único, ya que lo han acompañado 22
memorias y representaciones
tribunales de Santiago del Estero, Tucumán y Mendoza y sentencias de
segunda instancia de Mar del Plata) en reconocer la existencia de un genocidio en Argentina. La primera sentencia de este tipo recayó en la causa en la que se juzgaba a Miguel Osvaldo Etchecolatz (luego acompa-
ñada por pronunciamientos similares del mismo tribunal en las causas
en las que se juzgó a Christian Von Wernich y al personal que actuó en
la Unidad Penitenciaria Nº 9 de La Plata, y durante 2010 y 2011 por los
otros tribunales mencionados). La lectura de la sentencia de aquel juicio
de 2006 fue filmada por numerosas organizaciones (hay una muy buena
edición realizada por la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires). Vale la pena observar los rostros de familiares
y sobrevivientes de las víctimas cuando los jueces leyeron el fragmento
de la sentencia que menciona que la condena se realiza por “crímenes
contra la humanidad cometidos en el marco de un genocidio”. Quizás
la observación de dichos rostros pueda dar otra pauta para entender las
consecuencias de ciertas “verdades jurídicas” en las posibilidades de elaboración. Este primer volumen se propone como un aporte, entre otras
cosas, para comprender el origen y el sentido de dichas expresiones.

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